domingo, 15 de diciembre de 2019

Nativitas Domini nostri Iesu Christi

Isaías 7:14 “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.” Isaías 9:5 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.” Miqueas 5:1 “Pero tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir el que será Señor en Israel; y cuyos orígenes son desde el principio, desde los días de la eternidad.”

*

Del Santo Evangelio 
según San Lucas 2,1-20:

Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad.

También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que mientras ellos estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.

Había en la misma comarca unos pastores que dormían al raso velando por turno su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de gran temor. Y el ángel les dijo:

No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Y de pronto se juntó con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababa a Dios, diciendo:

¡Gloria a Dios en las alturas!
y en la tierra paz
a los hombres en quienes Él se complace

Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: “Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.” Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

A continuación, un fragmento bellísimo de las visiones que Ana Catalina de Emmerick (1774-1824; una de las grandes místicas católicas de los últimos siglos, beatificada por el papa Juan Pablo II el 3 de octubre de 2004) tuvo acerca de Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. El conjunto de sus visiones, del cual forma parte este fragmento, fue relatado por ella misma en sus últimos años de vida al escritor Clemente Brentano. Por supuesto, estas visiones no son verdad revelada, como sí lo son los Evangelios, sin embargo nos complace subirlo a esta bitácora por su belleza deslumbrante. Helo aquí:

"He visto que la luz que envolvía a la Virgen se hacía cada vez más deslumbrante, de modo que la luz de las lámparas encendidas por José no eran ya visibles. María, con su amplio vestido desceñido, estaba arrodillada con la cara vuelta hacia Oriente. Llegada la medianoche la vi arrebatada en éxtasis, suspendida en el pecho. El resplandor en torno a ella crecía por momentos. Toda la naturaleza parecía sentir una emoción de júbilo, hasta los seres inanimados. La roca de que estaban formados el suelo y el atrio parecía palpitar bajo la luz intensa que los envolvía.

Luego ya no vi más la bóveda. Una estela luminosa, que aumentaba sin cesar en claridad, iba desde María hasta lo más alto de los cielos. Allá arriba había un movimiento maravilloso de glorias celestiales, que se acercaban a la Tierra, y aparecieron con claridad seis coros de ángeles celestiales. La Virgen Santísima, levantada de la tierra en medio del éxtasis, oraba y bajaba las miradas sobre su Dios, de quien se había convertido en Madre. El Verbo eterno, débil Niño, estaba acostado en el suelo delante de María.

Vi a Nuestro Señor bajo la forma de un pequeño Niño todo luminoso, cuyo brillo eclipsaba el resplandor circundante, acostado sobre una alfombrita ante las rodillas de María. Me parecía muy pequeñito y que iba creciendo ante mis ojos; pero todo esto era la irradiación de una luz tan potente y deslumbradora que no puedo explicar cómo pude mirarla. La Virgen permaneció algún tiempo en éxtasis; luego cubrió al Niño con un paño, sin tocarlo y sin tomarlo aún en sus brazos. Poco tiempo después vi al Niño que se movía y le oí llorar. En ese momento fue cuando María pareció volver en sí misma y, tomando al Niño, lo envolvió en el paño con que lo había cubierto y lo tuvo en sus brazos, estrechándole contra su pecho. Se sentó, ocultándose toda ella con el Niño bajo su amplio velo, y creo que le dio el pecho. Vi entonces que los ángeles, en forma humana, se hincaban delante del Niño recién nacido para adorarlo.

He visto en muchos lugares, hasta en los más lejanos, una insólita alegría, un extraordinario movimiento en esta noche. He visto los corazones de muchos hombres de buena voluntad reanimados por un ansia, plena de alegría, y en cambio, los corazones de los perversos llenos de temores.
A legua y media más o menos de la gruta de Belén, en el valle de los pastores, había una colina. En las faldas de la colina estaban las chozas de tres pastores. Al nacimiento de Jesucristo vi a estos tres pastores muy impresionados ante el aspecto de aquella noche tan maravillosa; por eso se quedaron alrededor de sus cabañas mirando a todos lados.

Entonces vieron maravillados la luz extraordinaria sobre la gruta del pesebre. Mientras los tres pastores estaban mirando hacia aquel lado del cielo, he visto descender sobre ellos una nube luminosa, dentro de la cual noté un movimiento a medida que se acercaba. Primero vi que se dibujaban formas vagas, luego rostros, y finalmente oí cantos muy armoniosos, muy alegres, cada vez más claros. Como al principio se asustaron los pastores, apareció un ángel entre ellos, que les dijo: ‘No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría para todo el pueblo de Israel. Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo, el Señor. Por señal os doy ésta: encontraréis al Niño envuelto en pañales, echado en un pesebre’. Mientras el ángel decía estas palabras, el resplandor se hacía cada vez más intenso a su alrededor. Vi a cinco o siete grandes figuras de ángeles muy bellos y luminosos. Oí que alababan a Dios cantando: ‘Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad’.


Thomas Kinkade



¡Oh navegantes del ancho mundo!,
mi amada esposa y yo les deseamos:

Mari y Jordi

domingo, 1 de diciembre de 2019

Adeste Fideles -Tiempo de Adviento.


Ave, María,
grátia plena;
Dóminus tecum;
benedícta tu
in muliéribus et
benedíctus fructus
ventris tui, Iesus.




Adeste fideles laeti triumphantes
Venite, venite in Bethlehem
Natum videte, Regem angelorum
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Cantet nunc io Chorus angelorum,
Cantet nunc aula caelestium
Gloria, gloria in excelsis Deo
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Aeterni Parentis splendorem aeternum,
Velatum sub carne videbimus:
Deum Infantem, pannis involutum
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Ergo qui natus die hodierna
Jesu, tibi sit gloria
Patris aeterni Verbum caro factum
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Deum de Deo, Lumen de Lumine,
Gestant puellae viscera,
Deum verum, Genitum non factum.
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

En grege relicto, humiles ad cunas,
Vocati pastores adproperant:
Et nos ovanti gradu festinemus.
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Stella duce magi, Christum adorantes,
Aurum, tus, et myrrham dant munera.
Iesu infanti Corda praebeamus;
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Pro nobis egenum, et foeno cubantem,
Piis foveamus amplexibus:
Sic nos amantem quis non redamaret?
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.


 Jordi y Mari

domingo, 23 de junio de 2019

Acerca del biopic de Tolkien

Una película hermosa ¡Una historia hermosa donde las haya! A fe que lo es, sí señor, así que desde esta bitácora recomendamos a los aficionados a la obra de J.R.R. Tolkien su visionado. Merece la pena deleitarse en su sencillez y, sobre todo, en la ausencia total de cualquier vestigio de sordidez y bajos fondos a los que nos tiene acostumbrados la industria cinematográfica desde un tiempo a esta parte. Efectivamente, leía hace unos días una crítica sobre esta película y esto es lo que decía al respecto:

"Alguien dijo que "los estudios de cine ya no hacen películas así". ¿La historia de un joven estudiante, su novia, sus amigos, su intento de ser dignos? Es verdad, son muy infrecuentes. Es probable que pasen muchos años antes de que nuestros adolescentes y jóvenes, o nosotros, adultos, podamos ir a ver una bonita historia de amor y crecimiento en estas circunstancias."

Y así es, se trata de una historia luminosa y muy edificante sobre el amor romántico entre Tolkien y la que será su esposa Edith Mary Bratt; un amor cuyo camino recorre las sendas del tiempo y cuyo destino se extiende más allá del tiempo. Además, versa también sobre amistades sinceras y firmes, sobre el esfuerzo por alcanzar metas que son nobles, justas y limpias. Y por si lo anterior fuera poco, comentar un detalle que no le pasó por alto a mi esposa: la historia transcurre con un tempo y unas formas que recuerdan a las historias de Jane Austen. Bueno, confieso que a mi se me escapó el detalle pero en cualquier caso, ¡ahí queda eso!, jajajajaja...

Por lo demás, la película trata la relación entre Tolkien y el Padre Francis Morgan (de la familia Osborne, de Puerto de Santa María) de forma francamente aceptable, y digo esto porque tras conocer quién sería el director del film (el finlandés Dome Karukoski) las sombras de la sospecha se alargaron sobre el biopic y el modo en que este trataría al buen Padre Francis. Pero nada, el Pater aparece como lo que realmente fue: un padre, un amigo y un consejero que posibilitó, tras el fallecimiento de la madre del joven Tolkien, la andadura vital en rectitud de nuestro autor así como la disposición de los medios materiales que hicieron posible las excelencias académicas a las que arribó el que se convirtiera en gran profesor de Oxford y mejor escritor. Por cierto, el film pasa de puntillas sobre la importancia capital que el catolicismo tuvo en la vida Tolkien desde su más tierna infancia. Sin embargo, Cristo Crucificado se hace presente en una escena en el terrible campo de batalla del Somme. Volviendo a la crítica a la que hacía referencia anteriormente:


"La escena de la Cruz es brevísima, pero potente. Se da en pleno asalto y bombardeo en las trincheras de la guerra. No es una cruz que pueda estar allí: es todo un Cristo crucificado en el campo en que los hombres se matan. ¿Una alucinación, como los dragones y los jinetes negros? No, es muy distinta, funciona de forma distinta. Es Cristo crucificado, unido a los hombres que sufren. Tampoco a Él lo vemos mucho en las películas últimamente."



¿Alteraciones de la biografía real de Tolkien? Bueno, algunas. Por ejemplo, se echa en falta la escena de la boda entre Edith y Tolkien, celebrada antes de la partida de este al campo de batalla, de hecho no se entiende demasiado esa omisión, pero bueno.

Respecto al elenco de actores, Nicholas Hoult y Lily Collins, a nuestro parecer, bordan el papel, y tampoco les va a la zaga el resto del reparto. La fotografía, a cargo de Lasse Frank Johannessen, es bellísima y evocativa aunque la banda sonora, creada por Thomas Newman, queda pelín gris a la hora de enmarcar la historia. En resumen, película altamente recomendable, ya no se hacen historias como esta, ni en la gran pantalla ni en la pequeña.



domingo, 21 de abril de 2019

Pascua de Resurrección ¡¡¡ Aleluya !!!


Mi esposa y yo les deseamos:
¡¡¡ Feliz Pascua de Resurrección !!!




Mari y Jordi

sábado, 20 de abril de 2019

Sábado Santo.

Miguel Ángel -'La Piedad' (1498-1499)
Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano -Roma.

viernes, 19 de abril de 2019

Viernes Santo

Autor: Anatoly Shumkin.

domingo, 14 de abril de 2019

Domingo de Ramos

Giotto di Bondone

CELEBRACIÓN DEL DOMINGO 
DE RAMOS
Y DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

(Plaza de San Pedro
XXVII Jornada Mundial de la Juventud
Domingo 1 de abril de 2012)

*

¡Queridos hermanos y hermanas!

El Domingo de Ramos es el gran pórtico que nos lleva a la Semana Santa, la semana en la que el Señor Jesús se dirige hacia la culminación de su vida terrena. Él va a Jerusalén para cumplir las Escrituras y para ser colgado en la cruz, el trono desde el cual reinará por los siglos, atrayendo a sí a la humanidad de todos los tiempos y ofrecer a todos el don de la redención. Sabemos por los evangelios que Jesús se había encaminado hacia Jerusalén con los doce, y que poco a poco se había ido sumando a ellos una multitud creciente de peregrinos. San Marcos nos dice que ya al salir de Jericó había una «gran muchedumbre» que seguía a Jesús (cf. 10,46).

En la última parte del trayecto se produce un acontecimiento particular, que aumenta la expectativa sobre lo que está por suceder y hace que la atención se centre todavía más en Jesús. A lo largo del camino, al salir de Jericó, está sentado un mendigo ciego, llamado Bartimeo. Apenas oye decir que Jesús de Nazaret está llegando, comienza a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,47). Tratan de acallarlo, pero en vano, hasta que Jesús lo manda llamar y le invita a acercarse. «¿Qué quieres que te haga?», le pregunta. Y él contesta: «Rabbuní, que vea» (v. 51). Jesús le dice: «Anda, tu fe te ha salvado». Bartimeo recobró la vista y se puso a seguir a Jesús en el camino (cf. v. 52). Y he aquí que, tras este signo prodigioso, acompañado por aquella invocación: «Hijo de David», un estremecimiento de esperanza atraviesa la multitud, suscitando en muchos una pregunta: ¿Este Jesús que marchaba delante de ellos a Jerusalén, no sería quizás el Mesías, el nuevo David? Y, con su ya inminente entrada en la ciudad santa, ¿no habría llegado tal vez el momento en el que Dios restauraría finalmente el reino de David?

También la preparación del ingreso de Jesús con sus discípulos contribuye a aumentar esta esperanza. Como hemos escuchado en el Evangelio de hoy (cf. Mc 11,1-10), Jesús llegó a Jerusalén desde Betfagé y el monte de los Olivos, es decir, la vía por la que había de venir el Mesías. Desde allí, envía por delante a dos discípulos, mandándoles que le trajeran un pollino de asna que encontrarían a lo largo del camino. Encuentran efectivamente el pollino, lo desatan y lo llevan a Jesús. A este punto, el ánimo de los discípulos y los otros peregrinos se deja ganar por el entusiasmo: toman sus mantos y los echan encima del pollino; otros alfombran con ellos el camino de Jesús a medida que avanza a grupas del asno. Después cortan ramas de los árboles y comienzan a gritar las palabras del Salmo 118, las antiguas palabras de bendición de los peregrinos que, en este contexto, se convierten en una proclamación mesiánica: «¡Hosanna!, bendito el que viene en el nombre del Señor. ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!» (vv. 9-10). Esta alegría festiva, transmitida por los cuatro evangelistas, es un grito de bendición, un himno de júbilo: expresa la convicción unánime de que, en Jesús, Dios ha visitado su pueblo y ha llegado por fin el Mesías deseado. Y todo el mundo está allí, con creciente expectación por lo que Cristo hará una vez que entre en su ciudad.

Pero, ¿cuál es el contenido, la resonancia más profunda de este grito de júbilo? La respuesta está en toda la Escritura, que nos recuerda cómo el Mesías lleva a cumplimiento la promesa de la bendición de Dios, la promesa originaria que Dios había hecho a Abraham, el padre de todos los creyentes: «Haré de ti una gran nación, te bendeciré… y en ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gn 12,2-3). Es la promesa que Israel siempre había tenido presente en la oración, especialmente en la oración de los Salmos. Por eso, el que es aclamado por la muchedumbre como bendito es al mismo tiempo aquel en el cual será bendecida toda la humanidad. Así, a la luz de Cristo, la humanidad se reconoce profundamente unida y cubierta por el manto de la bendición divina, una bendición que todo lo penetra, todo lo sostiene, lo redime, lo santifica.

Podemos descubrir aquí un primer gran mensaje que nos trae la festividad de hoy: la invitación a mirar de manera justa a la humanidad entera, a cuantos conforman el mundo, a sus diversas culturas y civilizaciones. La mirada que el creyente recibe de Cristo es una mirada de bendición: una mirada sabia y amorosa, capaz de acoger la belleza del mundo y de compartir su fragilidad. En esta mirada se transparenta la mirada misma de Dios sobre los hombres que él ama y sobre la creación, obra de sus manos. En el Libro de la Sabiduría, leemos: «Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste;… Tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida» (Sb 11,23-24.26).

Volvamos al texto del Evangelio de hoy y preguntémonos: ¿Qué late realmente en el corazón de los que aclaman a Cristo como Rey de Israel? Ciertamente tenían su idea del Mesías, una idea de cómo debía actuar el Rey prometido por los profetas y esperado por tanto tiempo. No es de extrañar que, pocos días después, la muchedumbre de Jerusalén, en vez de aclamar a Jesús, gritaran a Pilato: «¡Crucifícalo!». Y que los mismos discípulos, como también otros que le habían visto y oído, permanecieran mudos y desconcertados. En efecto, la mayor parte estaban desilusionados por el modo en que Jesús había decidido presentarse como Mesías y Rey de Israel. Este es precisamente el núcleo de la fiesta de hoy también para nosotros. ¿Quién es para nosotros Jesús de Nazaret? ¿Qué idea tenemos del Mesías, qué idea tenemos de Dios? Esta es una cuestión crucial que no podemos eludir, sobre todo en esta semana en la que estamos llamados a seguir a nuestro Rey, que elige como trono la cruz; estamos llamados a seguir a un Mesías que no nos asegura una felicidad terrena fácil, sino la felicidad del cielo, la eterna bienaventuranza de Dios. Ahora, hemos de preguntarnos: ¿Cuáles son nuestras verdaderas expectativas? ¿Cuáles son los deseos más profundos que nos han traído hoy aquí para celebrar el Domingo de Ramos e iniciar la Semana Santa?

Queridos jóvenes que os habéis reunido aquí. Esta es de modo particular vuestra Jornada en todo lugar del mundo donde la Iglesia está presente. Por eso os saludo con gran afecto. Que el Domingo de Ramos sea para vosotros el día de la decisión, la decisión de acoger al Señor y de seguirlo hasta el final, la decisión de hacer de su Pascua de muerte y resurrección el sentido mismo de vuestra vida de cristianos. Como he querido recordar en el Mensaje a los jóvenes para esta Jornada – «alegraos siempre en el Señor» (Flp 4,4) –, esta es la decisión que conduce a la verdadera alegría, como sucedió con santa Clara de Asís que, hace ochocientos años, fascinada por el ejemplo de san Francisco y de sus primeros compañeros, dejó la casa paterna precisamente el Domingo de Ramos para consagrarse totalmente al Señor: tenía 18 años, y tuvo el valor de la fe y del amor de optar por Cristo, encontrando en él la alegría y la paz.

Queridos hermanos y hermanas, que reinen particularmente en este día dos sentimientos: la alabanza, como hicieron aquellos que acogieron a Jesús en Jerusalén con su «hosanna»; y el agradecimiento, porque en esta Semana Santa el Señor Jesús renovará el don más grande que se puede imaginar, nos entregará su vida, su cuerpo y su sangre, su amor. Pero a un don tan grande debemos corresponder de modo adecuado, o sea, con el don de nosotros mismos, de nuestro tiempo, de nuestra oración, de nuestro estar en comunión profunda de amor con Cristo que sufre, muere y resucita por nosotros. Los antiguos Padres de la Iglesia han visto un símbolo de todo esto en el gesto de la gente que seguía a Jesús en su ingreso a Jerusalén, el gesto de tender los mantos delante del Señor. Ante Cristo – decían los Padres –, debemos deponer nuestra vida, nuestra persona, en actitud de gratitud y adoración. En conclusión, escuchemos de nuevo la voz de uno de estos antiguos Padres, la de san Andrés, obispo de Creta: «Así es como nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia, es decir, de él mismo... Así debemos ponernos a sus pies como si fuéramos unas túnicas... Ofrezcamos ahora al vencedor de la muerte no ya ramas de palma, sino trofeos de victoria. Repitamos cada día aquella sagrada exclamación que los niños cantaban, mientras agitamos los ramos espirituales del alma: “Bendito el que viene, como rey, en nombre del Señor”» (PG 97, 994). Amén.

© Copyright 2012 - Libreria Editrice Vaticana




Mari y Jordi

domingo, 20 de enero de 2019

¡¡¡Tolkien vive!!! El biopic del autor de "El Señor de los Anillos" llega a la gran pantalla

Parece que al final, ¡por fin!, tiene luz verde el pase por la gran pantalla del biopic del autor de El Señor de los Anillos. Y bueno, para los incondicionales de autor inglés y su obra, es, sin lugar a dudas, una excelente noticia, aunque ya veremos cómo ha enfocado el director esta primera parte de la biografía de J.R.R. Tolkien, me refiero a las concesiones que finalmente se han hecho para adaptarla al cine. Por cierto, me pregunto si, como cabría esperar, también se rodarán las siguientes partes de su biografía, vamos, creo que va de suyo y da perfectamente para una nueva trilogía. En cualquier caso, habrá que esperar a la primavera, más o menos, para echarle un ojo a esta primera entrega. He aquí la noticia tal y como la ha recogido El confidencial en su sección dedicada al cine, eso sí, con alguna que otra pincelada personal con el fin de enriquecer la crónica original con detalles importantes que pienso se habían omitido, minusvalorado o tocado muy superficialmente:

Edith Mary Tolkien (Lily Collins) y John Ronald Reuel Tolkien (Nicholas Hoult)
en una escena de la película
Después de años de retraso en el desarrollo del proyecto, las productoras Fox Searchlight y Chernin Entertainment han anunciado que el 'biopic' sobre J. R. R. Tolkien se estrenará esta primavera, más concretamente el 10 de mayo (aunque la fecha en España puede variar), según informa The Hollywood Reporter. La película sobre el autor de 'El Señor de los anillos', elegido por The Times como el sexto escritor británico más importante desde el final de la Segunda Guerra Mundial, está dirigida por el finés Dome Karukoski (Tom of Finland, 2017), guión a cargo de Stephen Beresfordy y David Gleeson y protagonizada por Lily Collins (nominada al globo de oro en 2017 por La excepción a la regla) y Nicholas Hoult (Mad Max: furia en la carretera, 2015). 

'Tolkien', que se rodó en Liverpool y Manchester a finales de 2017, se centra en los años de juventud del escritor nacido en Sudáfrica y criado en Inglaterra por el Padre Morgan, un sacerdote católico de ascendencia española, al quedarse huérfano a la edad de 12 años. El film recrea la vida del futuro escritor en los años previos al estallido de la Primera Guerra Mundial, su época estudiantil antes de enrolarse en las Fuerzas Armadas del Reino Unido, a las que perteneció entre 1916 y 1920, así como el noviazgo con la mujer que sería el amor de su vida, su esposa. Destacar que fue a su esposa, e inspirado en ella, a la que dedicó uno de los poemas más bellos que figuran en su magna obra: la historia de Beren y Lúthien.

Edith Mary Tolkien (Lily Collins) y John Ronald Reuel Tolkien (Nicholas Hoult)
en una escena de la película
Con apenas 16 años, Tolkien conoció en el orfanato a Edith Mary Bratt (a quien da vida la actriz Lily Collins), quien más tarde se convertiría en su esposa. Bratt era tres años menor que el escritor, así que el padre Morgan le prohibió incluso mantener correspondencia con ella hasta que la joven cumpliese 18. En esos años de juventud, Tolkien también encontró la amistad y dio curso a su enorme inspiración literaria entre su grupo de amigos del colegio King Edward de Birmingham, Rob Gilson, Geoffrey Smith y Cristopher Wisemancon, con los que fundó una sociedad semisecreta conocida como Tea Club and Barrovian Society. De hechoy según algunas biografías, se cuenta que estos compañeros fueron su inspiración para La comunidad del anillo. Y siguiendo la estela de los biógrafos del autor de 'El Hobbit', la separación de su comunidad de amigos a causa de la guerra le inspiró para escribir la trilogía de El señor de los anillos, cuyo primer volumen responde al título La comunidad del anillo.

Tolkien participó en la batalla del Somme (1916) como oficial de comunicaciones, rango de teniente segundo y sirviendo en el Servicio de fusileros de Lancashire; Somme, infausta batalla en la que murieron más de 184.000 soldados británicos entre los cuales se encontraban algunos de sus amigos. De hecho, la amistad, la lucha contra el mal, el sacrificio y la muerte son la temática central de sus obras más famosas y nacieron, al decir de sus biógrafos, como una metáfora de su paso por el campo de batalla. Finalmente, Tolkien contrajo la 'fiebre de las trincheras' y lo trasladaron de vuelta a Inglaterra el 8 de noviembre de 1916.

John Ronald Reuel Tolkien y su esposa Edith Mary Tolkien
Aunque desde joven se interesó por la poesía (algunas de sus composiciones fueron la base para construir 'El Silmarillion'), fue entre 1920 y 1930 cuando comenzó a escribir 'El Hobbit' (en principio como una serie de relatos destinados exclusivamente para la lectura a sus hijos), que finalmente publicó en forma de novela en 1937. A partir de este año comenzó a escribir 'El señor de los anillos', inicialmente como una secuela de El Hobbit, pero que acabó extendiéndose hasta publicarse en tres volúmenes entre los años del Señor de 1954 y 1955. Por cierto, fue su hijo Christopher quien publicó póstumamente gran parte de su ingente producción literaria ambientada en la Tierra Media. Así pues y con todo, el biopic 'Tolkien' profundizará en las raíces vitales de uno de los escritores más influyentes del siglo XX para tratar de encontrar las fuentes en las que se inspiró para escribir obras capitales de la historia de la Literatura.



Primer tráiler de la película, traducido al español 
por la web El Anillo Único en colaboración con la Sociedad Tolkien Española.



Segundo tráiler del film

sábado, 5 de enero de 2019

Θεοφάνεια

He aquí la Epifanía del Señor; he aquí Su manifestación gloriosa en el espacio y en el tiempo, en la Historia. He aquí la Omnipotencia de Dios proyectada en la carne, en un Niño; he aquí a la humanidad redimida a través de la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. He aquí, pues, la humildad superlativa ante la cual se postran los Magos, los sabios de entre los hombres. Y he aquí que le frecen oro, porque se inclinan ante el Rey de Reyes; que le frecen incienso, porque se arrodillan ante Dios; que le ofrecen mirra, porque se postran ante Dios hecho hombre; ante Dios hecho carne que dará su Vida por todos nosotros. He aquí la Epifanía del Señor.

*

Elizabeth Goodrick-Dillon

Isaías 60,1-6 “¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti. Y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor.”


*


Del Santo Evangelio 
según San Mateo 2,1-12:

Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.” En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. 

Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: “En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta:” “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel.”

Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: “Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle.” 

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.

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A continuación, un fragmento bellísimo de las visiones que Ana Catalina de Emmerick (1774-1824), una de las grandes místicas católicas de los últimos siglos y beatificada por el papa Juan Pablo II el 3 de octubre de 2004, tuvo acerca de los Reyes Magos. El conjunto de sus visiones, del cual forma parte este fragmento, fue relatado por ella misma en sus últimos años de vida al escritor Clemente Brentano. Por supuesto, estas visiones no son verdad revelada, como sí lo son los Evangelios, sin embargo, el caso de Ana Catalina es francamente sobresaliente y desde esta bitácora mi esposa y yo recomendamos al navegante su lectura. A modo de ejemplo, recordemos uno de los descubrimientos arqueológicos más asombrosos del que se tiene noticia: el hallazgo en 1891, en la ciudad de Éfeso, de la casa en la que la Virgen María pasó sus últimos días en la tierra. Los autores fueron dos sacerdotes franceses armados únicamente de una brújula y el texto de las visiones que, al respecto, había tenido Emmerick más de 70 años atrás, sin haber estado nunca en Éfeso ni, más increíble aún, haber salido jamás de los límites de Westfalia. Pues bien, he aquí el maravilloso fragmento de sus visiones acerca de los Reyes magos:


Hoy, a la hora del crepúsculo, he visto la caravana de los Reyes llegando a Belén, cerca de aquel edificio donde José y María se habían hecho inscribir y que había sido la casa solariega de la familia de David. (…) Al llegar la caravana cierto número de curiosos se agolpó en torno de los viajeros. La estrella había desaparecido de nuevo y esto inquietaba a los Reyes. Se acercaron algunos hombres dirigiéndoles preguntas. Ellos bajaron de sus cabalgaduras y desde la casa he visto que acudían empleados a su encuentro, llevando palmas en las manos y ofreciéndoles refrescos: era la costumbre de recibir a los extranjeros distinguidos. Yo pensaba para mí: «Son mucho más amables de lo que lo fueron con el pobre José; solo porque estos distribuían monedas de oro». Les dijeron que el Valle de los Pastores era apropiado para levantar las carpas, y ellos quedaron algún tiempo indecisos. No les he oído preguntar nada del Rey y Niño recién nacido. Aun sabiendo que Belén era el lugar designado por las profecías, ellos, recordando lo que Herodes les había encargado, temían llamar la atención con sus preguntas. Poco después vieron brillar en el cielo un meteoro, sobre Belén: era semejante a la luna cuando aparece. Montaron en sus cabalgaduras, y costeando un foso y unos muros en ruina dieron la vuelta a Belén por el mediodía y se dirigieron al oriente, en dirección a la Gruta del Pesebre, que abordaron por el costado de la llanura, donde los ángeles se habían aparecido a los pastores.

Se apearon al llegar cerca de la gruta de la tumba de Maraha, en el valle, detrás de la Gruta del Pesebre. Los criados desliaron muchos paquetes, levantaron una gran carpa e hicieron otros arreglos con la ayuda de algunos pastores que les señalaron los lugares más apropiados. Se encontraba ya en parte arreglado el campamento cuando los Reyes vieron la estrella aparecer brillante y muy clara sobre la colina del pesebre, dirigiendo hacia la gruta sus rayos en línea recta. La estrella estaba muy crecida y derramaba mucha luz; por eso la miraban con grande asombro. No se veía casa alguna por la densa oscuridad y la colina aparecía en forma de una muralla. De pronto vieron dentro de la luz la forma de un Niño resplandeciente y sintieron extraordinaria alegría. Todos procuraron manifestar su respeto y veneración. Los tres Reyes se dirigieron a la colina, hasta la puerta de la gruta. Mensor la abrió, y vio su interior lleno de luz celestial, y a la Virgen, en el fondo, sentada, teniendo al Niño tal como él y sus compañeros la habían contemplado en sus visiones. Volvió para contar a sus compañeros lo que había visto.

En esto José salió de la gruta acompañado de un pastor anciano y fue a su encuentro. Los tres Reyes le dijeron que habían venido para adorar al Rey de los Judíos recién nacido, cuya estrella habían observado, y querían ofrecerle sus presentes. José los recibió con mucho afecto. El pastor anciano los acompañó hasta donde estaban los demás y les ayudó en los preparativos, juntamente con otros pastores allí presentes.

(…) Mensor y los demás se quitaron las sandalias y José abrió la puerta de la gruta. Dos jóvenes del séquito de Mensor, que le precedían, tendieron una alfombra sobre el suelo de la gruta, retirándose después hacia atrás, siguiéndoles otros dos con la mesita donde estaban colocados los presentes. Cuando estuvo delante de la Santísima Virgen, el rey Mensor depositó estos presentes a sus pies, con todo respeto, poniendo una rodilla en tierra. Detrás de Mensor estaban los cuatro de su familia, que se inclinaban con toda humildad y respeto. Mientras tanto Sair y Teokeno aguardaban cerca de la entrada de la gruta. Se adelantaron llenos de alegría y de emoción, envueltos en la gran luz que llenaba la gruta, a pesar de no haber allí otra luz que el que es Luz del mundo. María se hallaba como recostada sobre la alfombra, apoyada sobre un brazo, a la izquierda del Niño Jesús, el cual estaba acostado dentro de la gamella, cubierta con un lienzo y colocada sobre una tarima en el sitio donde había nacido. Cuando entraron los Reyes la Virgen se puso el velo, tomó al Niño en sus brazos, cubriéndolo con un velo amplio. El rey Mensor se arrodilló y ofreciendo los dones pronunció tiernas palabras, cruzó las manos sobre el pecho, y con la cabeza descubierta e inclinada, rindió homenaje al Niño. Entre tanto María había descubierto un poco la parte superior del Niño, quien miraba con semblante amable desde el centro del velo que lo envolvía. María sostenía su cabecita con un brazo y lo rodeaba con el otro. El Niño tenía sus manitas juntas sobre el pecho y las tendía graciosamente a su alrededor. ¡Oh, qué felices se sentían aquellos hombres venidos del Oriente para adorar al Niño Rey!”



Y además, y como colofón a los posts navideños,
he aquí un fragmento de un hermoso poema de G.K. Chesterton:

Vamos humildemente, humildes son los cielos,
y brilla intensamente la estrella, baja, enorme,
y descansa el pesebre tan cerca de nosotros
que habremos de viajar lejos para encontrarlo.
¡Escuchad! Se despierta como un león la risa,
resuena su rugido en la llanura
y el cielo entero grita y se estremece
porque Dios en persona ha nacido de nuevo,
y nosotros tan sólo somos niños pequeños
que bajo lluvia y nieve prosiguen su camino.

Mari y Jordi