domingo, 23 de septiembre de 2012

domingo, 16 de septiembre de 2012

Breve comentario sobre las piedras videntes. Palantiri.


Ver acontecimientos distantes en el espacio y en el tiempo, conectar mentes y dirigir las pesquisas en función del poder de la voluntad de quien busca y pregunta: hablamos de las piedras videntes, de las palantiri (del quenya: "aquello que mira a lo lejos". En singular, palantir).

Creadas por los Noldor en Eldamar, presumiblemente por el mismo Feanor, el creador de los Silmarils, Tolkien las concibió como un mecanismo que vinculara el pensamiento a grandes distancias y, si bien la idea no es nueva, observamos un matiz genial en su ficción: la posibilidad que tenía ese vínculo para dominar a quien lo usara si en el otro extremo del canal se encontraba la maldad y sus atributos; la maldad acompañada de la falsedad, el engaño, las argucias, los dobles lenguajes y, en suma, la desesperación hecha voluntad. 

Así y de esa forma, Denethor, el senescal del Rey, enloquece al vincular su mente con las argucias de Sauron y, no se escape el detalle, Gandalf custodia y cubre el palantir recuperado tras la caída de Orthanc, en los domonios de Isengard, para evitar sea visto por los Hobbits. Sólo Aragorn será capaz de sostener la mirada al mismo Sauron e infundirle dudas sobre sus planes de terror y dominio, quizá porque la maldad y la malicia son, y han sido siempre, impotentes frente a la nobleza, la determinación y el valor.



Por supuesto que esto no es más que una ficción, no en vano estamos hablando del legendarium creado por Tolkien. Sin embargo, siempre es posible encontrar moralejas que encajen en estos tiempos tan alejados de la épica y la lírica. Por desgracia.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Akallabêth, o la caída de Númenor (1)



Primero de una serie de vídeos en los que se narra, en versión original, una de las partes centrales del Silmarillion, "Akallabêth" (o la caída de Númenor; Númenórë, tierra del oeste).
Me ha parecido especialmente bella la narración en la lengua de origen, los acentos son bellísimos y se entiende perfectamente. Es mi intención añadir los vídeos restantes de forma alternada, evitando de este modo la continuidad visual y la consiguiente redundancia estética de la página.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Amor sin sensualidad: o sobre un paisaje a media luz

Propio
Empecé mi aventura en el mundo creado por Tolkien cuando recién ingresaba en la adolescencia. No es difícil imaginar cómo puede calar semejante paisaje literario en un niño cuyo espíritu es dado a la imaginación y la fantasía. Cierto es que he releído la obra del Genio unas cuantas veces, encontrando en cada una de ellas nuevos aspectos que han mantenido viva la llama de la fascinación. No obstante, y eso no se lo debo a mi etapa infantil, he de confesar que entre las palabras que conforman el mundo creado por el autor he encontrado una ausencia enigmática, una especie de falla que se extiende de principio a fin, desde los designios de los mismos Valar hasta el comienzo de la Edad del Hombre.

Efectivamente, en las historias que fluyen desde la imaginación de Tolkien destaca la ausencia absoluta de sensualidad, un matiz de vida que hubiera dado a la Tierra Media, especie de Midgard, el perfume que otorga el amor encarnado. Así, encontramos lazos eternos y eternos suspiros, pero nos falta la pasión con la que siempre he imaginado algunos de los encuentros entre Aragorn y Arwen, o entre Beren y Luthien, por citar dos ejemplos que me parecen claros. Sin duda, un matiz que da profundidad a cualquier historia, aunque esta se desarrolle por los caminos de la épica, la nobleza, el valor y la espiritualidad.

En el dibujo he pretendido, con mayor o menor fortuna, reflejar el espíritu femenino que encontramos a medida que nos adentramos en la subcreación de Tolkien: personajes casi mesiánicos capaces de renunciar a una vida inmortal por un amor mortal, no obstante, un amor sin carnalidad, o si lo prefieren, una carnalidad dejada en una especie de suspenso sobreentendido. En mi opinión, esa actitud castra la historia, robándole, si eso es posible, una chispa de magia y grandeza.