domingo, 20 de diciembre de 2020

Nativitas Domini nostri Iesu Christi

Isaías 7:14 “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.” Isaías 9:5 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.” Miqueas 5:1 “Pero tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir el que será Señor en Israel; y cuyos orígenes son desde el principio, desde los días de la eternidad.”

*

Del Santo Evangelio 
según San Lucas 2,1-20:

Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el
mundo. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad.

También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que mientras ellos estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.

Había en la misma comarca unos pastores que dormían al raso velando por turno su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de gran temor. Y el ángel les dijo:

No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Y de pronto se juntó con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababa a Dios, diciendo:

¡Gloria a Dios en las alturas!
y en la tierra paz
a los hombres en quienes Él se complace

Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: “Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.” Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.




A continuación, un fragmento bellísimo de las visiones que Ana Catalina de Emmerick (1774-1824; una de las grandes místicas católicas de los últimos siglos, beatificada por el papa Juan Pablo II el 3 de octubre de 2004) tuvo acerca de Nacimiento de Nuestro Señor JesucristoEl conjunto de sus visiones, del cual forma parte este fragmento, fue relatado por ella misma en sus últimos años de vida al escritor Clemente Brentano. Por supuesto, estas visiones no son verdad revelada, como sí lo son los Evangelios, sin embargo nos complace subirlo a esta bitácora por su belleza deslumbrante. Helo aquí:

Autora: Margaret Tarrant
"He visto que la luz que envolvía a la Virgen se hacía cada vez más deslumbrante, de modo que la luz de las lámparas encendidas por José no eran ya visibles. María, con su amplio vestido desceñido, estaba arrodillada con la cara vuelta hacia Oriente. Llegada la medianoche la vi arrebatada en éxtasis, suspendida en el pecho. El resplandor en torno a ella crecía por momentos. Toda la naturaleza parecía sentir una emoción de júbilo, hasta los seres inanimados. La roca de que estaban formados el suelo y el atrio parecía palpitar bajo la luz intensa que los envolvía.

Luego ya no vi más la bóveda. Una estela luminosa, que aumentaba sin cesar en claridad, iba desde María hasta lo más alto de los cielos. Allá arriba había un movimiento maravilloso de glorias celestiales, que se acercaban a la Tierra, y aparecieron con claridad seis coros de ángeles celestiales. La Virgen Santísima, levantada de la tierra en medio del éxtasis, oraba y bajaba las miradas sobre su Dios, de quien se había convertido en Madre. El Verbo eterno, débil Niño, estaba acostado en el suelo delante de María.

Vi a Nuestro Señor bajo la forma de un pequeño Niño todo luminoso, cuyo brillo eclipsaba el resplandor circundante, acostado sobre una alfombrita ante las rodillas de María. Me parecía muy pequeñito y que iba creciendo ante mis ojos; pero todo esto era la irradiación de una luz tan potente y deslumbradora que no puedo explicar cómo pude mirarla. La Virgen permaneció algún tiempo en éxtasis; luego cubrió al Niño con un paño, sin tocarlo y sin tomarlo aún en sus brazos. Poco tiempo después vi al Niño que se movía y le oí llorar. En ese momento fue cuando María pareció volver en sí misma y, tomando al Niño, lo envolvió en el paño con que lo había cubierto y lo tuvo en sus brazos, estrechándole contra su pecho. Se sentó, ocultándose toda ella con el Niño bajo su amplio velo, y creo que le dio el pecho. Vi entonces que los ángeles, en forma humana, se hincaban delante del Niño recién nacido para adorarlo.

He visto en muchos lugares, hasta en los más lejanos, una insólita alegría, un extraordinario movimiento en esta noche. He visto los corazones de muchos hombres de buena voluntad reanimados por un ansia, plena de alegría, y en cambio, los corazones de los perversos llenos de temores.
A legua y media más o menos de la gruta de Belén, en el valle de los pastores, había una colina. En las faldas de la colina estaban las chozas de tres pastores. Al nacimiento de Jesucristo vi a estos tres pastores muy impresionados ante el aspecto de aquella noche tan maravillosa; por eso se quedaron alrededor de sus cabañas mirando a todos lados.

Entonces vieron maravillados la luz extraordinaria sobre la gruta del pesebre. Mientras los tres pastores estaban mirando hacia aquel lado del cielo, he visto descender sobre ellos una nube luminosa, dentro de la cual noté un movimiento a medida que se acercaba. Primero vi que se dibujaban formas vagas, luego rostros, y finalmente oí cantos muy armoniosos, muy alegres, cada vez más claros. Como al principio se asustaron los pastores, apareció un ángel entre ellos, que les dijo: ‘No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría para todo el pueblo de Israel. Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo, el Señor. Por señal os doy ésta: encontraréis al Niño envuelto en pañales, echado en un pesebre’. Mientras el ángel decía estas palabras, el resplandor se hacía cada vez más intenso a su alrededor. Vi a cinco o siete grandes figuras de ángeles muy bellos y luminosos. Oí que alababan a Dios cantando: ‘Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad’.

Pintura victoriana -autor desconocido.


¡Oh navegantes del ancho mundo!, 
mi amada esposa y yo les deseamos:

Mari y Jordi

domingo, 13 de diciembre de 2020

domingo, 29 de noviembre de 2020

Adeste Fideles -Tiempo de Adviento.

 
 

Adeste fideles laeti triumphantes
Venite, venite in Bethlehem
Natum videte, Regem angelorum
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Cantet nunc io Chorus angelorum,
Cantet nunc aula caelestium
Gloria, gloria in excelsis Deo
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Aeterni Parentis splendorem aeternum,
Velatum sub carne videbimus:
Deum Infantem, pannis involutum
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Ergo qui natus die hodierna
Jesu, tibi sit gloria
Patris aeterni Verbum caro factum
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.
 



Deum de Deo, Lumen de Lumine,
Gestant puellae viscera,
Deum verum, Genitum non factum.
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

En grege relicto, humiles ad cunas,
Vocati pastores adproperant:
Et nos ovanti gradu festinemus.
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Stella duce magi, Christum adorantes,
Aurum, tus, et myrrham dant munera.
Iesu infanti Corda praebeamus;
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.

Pro nobis egenum, et foeno cubantem,
Piis foveamus amplexibus:
Sic nos amantem quis non redamaret?
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.
 

 Jordi y Mari
 

domingo, 3 de mayo de 2020

Un documental imprescindible: "Un camino inesperado"

He aquí que nos complace postear en esta bitácora el hallazgo por nuestra parte del maravilloso documental "Un camino inesperado", de D. Diego Blanco Albarona. Austero en las formas, se trata de un documento gráfico de bellísima factura, con una banda sonora de belleza élfica y un mensaje tan cierto como profundo, pues versa la creación de D. Diego sobre la íntima relación que existe entre el Hombre caído por las argucias de Satanás, su Salvación por medio de Nuestro Señor Jesucristo con la intercesión siempre eficacísima y necesaria de la Virgen María, y el trasfondo católico que nutre el mundo creado por J.R.R. Tolkien en El Señor de los Anillos. Nos hallamos, pues, ante una auténtica joya audiovisual que se complementa, además, con el libro del mismo título (Ed. Encuentro, 2016). El documental recién acaba de ganar su segundo premio internacional, el Mirabile Dictu, en Roma, al mejor documental 2019. ¡¡¡Una gozada!!! Sin más peámbulo, helo aquí:


 

domingo, 12 de abril de 2020

Surrexit Dominus vere, Alleluia, Alleluia!!



Mi esposa y yo les deseamos
¡¡¡Feliz Pascua de Resurrección!!!


¡¡¡Aleluya, Aleluya!!!



Regina caeli, laetare, alleluia.
Quia quem meruisti portare, alleluia.
Resurrexit, sicut dixit, alleluia.
Ora pro nobis Deum, alleluia.
Gaude et laetare Virgo María, alleluia.
Quia surrexit Dominus vere, alleluia.

*

Mari y Jordi

sábado, 11 de abril de 2020

Sábado Santo.

Miguel Ángel -'La Piedad' (1498-1499)
Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano -Roma.

jueves, 9 de abril de 2020

La última Cena.

La última Cena -Juan de Juanes, 1555-1562

domingo, 5 de abril de 2020

Domingo de Ramos

Giotto di Bondone

CELEBRACIÓN DEL DOMINGO DE RAMOS
Y DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

(Plaza de San Pedro
XXVII Jornada Mundial de la Juventud
Domingo 1 de abril de 2012)

*

El Domingo de Ramos es el gran pórtico que nos lleva a la Semana Santa, la semana en la que el Señor Jesús se dirige hacia la culminación de su vida terrena. Él va a Jerusalén para cumplir las Escrituras y para ser colgado en la cruz, el trono desde el cual reinará por los siglos, atrayendo a sí a la humanidad de todos los tiempos y ofrecer a todos el don de la redención. Sabemos por los evangelios que Jesús se había encaminado hacia Jerusalén con los doce, y que poco a poco se había ido sumando a ellos una multitud creciente de peregrinos. San Marcos nos dice que ya al salir de Jericó había una «gran muchedumbre» que seguía a Jesús (cf. 10,46).

En la última parte del trayecto se produce un acontecimiento particular, que aumenta la expectativa sobre lo que está por suceder y hace que la atención se centre todavía más en Jesús. A lo largo del camino, al salir de Jericó, está sentado un mendigo ciego, llamado Bartimeo. Apenas oye decir que Jesús de Nazaret está llegando, comienza a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,47). Tratan de acallarlo, pero en vano, hasta que Jesús lo manda llamar y le invita a acercarse. «¿Qué quieres que te haga?», le pregunta. Y él contesta: «Rabbuní, que vea» (v. 51). Jesús le dice: «Anda, tu fe te ha salvado». Bartimeo recobró la vista y se puso a seguir a Jesús en el camino (cf. v. 52). Y he aquí que, tras este signo prodigioso, acompañado por aquella invocación: «Hijo de David», un estremecimiento de esperanza atraviesa la multitud, suscitando en muchos una pregunta: ¿Este Jesús que marchaba delante de ellos a Jerusalén, no sería quizás el Mesías, el nuevo David? Y, con su ya inminente entrada en la ciudad santa, ¿no habría llegado tal vez el momento en el que Dios restauraría finalmente el reino de David?

Grabado de Hans Collaert
También la preparación del ingreso de Jesús con sus discípulos contribuye a aumentar esta esperanza. Como hemos escuchado en el Evangelio de hoy (cf. Mc 11,1-10), Jesús llegó a Jerusalén desde Betfagé y el monte de los Olivos, es decir, la vía por la que había de venir el Mesías. Desde allí, envía por delante a dos discípulos, mandándoles que le trajeran un pollino de asna que encontrarían a lo largo del camino. Encuentran efectivamente el pollino, lo desatan y lo llevan a Jesús. A este punto, el ánimo de los discípulos y los otros peregrinos se deja ganar por el entusiasmo: toman sus mantos y los echan encima del pollino; otros alfombran con ellos el camino de Jesús a medida que avanza a grupas del asno. Después cortan ramas de los árboles y comienzan a gritar las palabras del Salmo 118, las antiguas palabras de bendición de los peregrinos que, en este contexto, se convierten en una proclamación mesiánica: «¡Hosanna!, bendito el que viene en el nombre del Señor. ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!» (vv. 9-10). Esta alegría festiva, transmitida por los cuatro evangelistas, es un grito de bendición, un himno de júbilo: expresa la convicción unánime de que, en Jesús, Dios ha visitado su pueblo y ha llegado por fin el Mesías deseado. Y todo el mundo está allí, con creciente expectación por lo que Cristo hará una vez que entre en su ciudad.

Pero, ¿cuál es el contenido, la resonancia más profunda de este grito de júbilo?
La respuesta está en toda la Escritura, que nos recuerda cómo el Mesías lleva a cumplimiento la promesa de la bendición de Dios, la promesa originaria que Dios había hecho a Abraham, el padre de todos los creyentes: «Haré de ti una gran nación, te bendeciré… y en ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gn 12,2-3). Es la promesa que Israel siempre había tenido presente en la oración, especialmente en la oración de los Salmos. Por eso, el que es aclamado por la muchedumbre como bendito es al mismo tiempo aquel en el cual será bendecida toda la humanidad. Así, a la luz de Cristo, la humanidad se reconoce profundamente unida y cubierta por el manto de la bendición divina, una bendición que todo lo penetra, todo lo sostiene, lo redime, lo santifica.

Podemos descubrir aquí un primer gran mensaje que nos trae la festividad de hoy: la invitación a mirar de manera justa a la humanidad entera, a cuantos conforman el mundo, a sus diversas culturas y civilizaciones. La mirada que el creyente recibe de Cristo es una mirada de bendición: una mirada sabia y amorosa, capaz de acoger la belleza del mundo y de compartir su fragilidad. En esta mirada se transparenta la mirada misma de Dios sobre los hombres que él ama y sobre la creación, obra de sus manos. En el Libro de la Sabiduría, leemos: «Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste;… Tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida» (Sb 11,23-24.26).

Grabado al acero de 1857
Volvamos al texto del Evangelio de hoy y preguntémonos: ¿Qué late realmente en el corazón de los que aclaman a Cristo como Rey de Israel? Ciertamente tenían su idea del Mesías, una idea de cómo debía actuar el Rey prometido por los profetas y esperado por tanto tiempo. No es de extrañar que, pocos días después, la muchedumbre de Jerusalén, en vez de aclamar a Jesús, gritaran a Pilato: «¡Crucifícalo!». Y que los mismos discípulos, como también otros que le habían visto y oído, permanecieran mudos y desconcertados. Este es precisamente el núcleo de la fiesta de hoy también para nosotros. ¿Quién es para nosotros Jesús de Nazaret? ¿Qué idea tenemos del Mesías, qué idea tenemos de Dios? Esta es una cuestión crucial que no podemos eludir, sobre todo en esta semana en la que estamos llamados a seguir a nuestro Rey, que elige como trono la cruz; estamos llamados a seguir a un Mesías que no nos asegura una felicidad terrena fácil, sino la felicidad del cielo, la eterna bienaventuranza de Dios. Ahora, hemos de preguntarnos: ¿Cuáles son nuestras verdaderas expectativas? ¿Cuáles son los deseos más profundos que nos han traído hoy aquí para celebrar el Domingo de Ramos e iniciar la Semana Santa?

Queridos jóvenes que os habéis reunido aquí. Esta es de modo particular vuestra Jornada en todo lugar del mundo donde la Iglesia está presente. Por eso os saludo con gran afecto. Que el Domingo de Ramos sea para vosotros el día de la decisión, la decisión de acoger al Señor y de seguirlo hasta el final, la decisión de hacer de su Pascua de muerte y resurrección el sentido mismo de vuestra vida de cristianos. Como he querido recordar en el Mensaje a los jóvenes para esta Jornada – «alegraos siempre en el Señor» (Flp 4,4) –, esta es la decisión que conduce a la verdadera alegría, como sucedió con santa Clara de Asís que, hace ochocientos años, fascinada por el ejemplo de san Francisco y de sus primeros compañeros, dejó la casa paterna precisamente el Domingo de Ramos para consagrarse totalmente al Señor: tenía 18 años, y tuvo el valor de la fe y del amor de optar por Cristo, encontrando en él la alegría y la paz.

Queridos hermanos y hermanas, que reinen particularmente en este día dos sentimientos: la alabanza, como hicieron aquellos que acogieron a Jesús en Jerusalén con su «hosanna»; y el agradecimiento, porque en esta Semana Santa el Señor Jesús renovará el don más grande que se puede imaginar, nos entregará su vida, su cuerpo y su sangre, su amor. Pero a un don tan grande debemos corresponder de modo adecuado, o sea, con el don de nosotros mismos, de nuestro tiempo, de nuestra oración, de nuestro estar en comunión profunda de amor con Cristo que sufre, muere y resucita por nosotros. Los antiguos Padres de la Iglesia han visto un símbolo de todo esto en el gesto de la gente que seguía a Jesús en su ingreso a Jerusalén, el gesto de tender los mantos delante del Señor. Ante Cristo – decían los Padres –, debemos deponer nuestra vida, nuestra persona, en actitud de gratitud y adoración. En conclusión, escuchemos de nuevo la voz de uno de estos antiguos Padres, la de san Andrés, obispo de Creta: «Así es como nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia, es decir, de él mismo... Así debemos ponernos a sus pies como si fuéramos unas túnicas... Ofrezcamos ahora al vencedor de la muerte no ya ramas de palma, sino trofeos de victoria. Repitamos cada día aquella sagrada exclamación que los niños cantaban, mientras agitamos los ramos espirituales del alma: “Bendito el que viene, como rey, en nombre del Señor”» (PG 97, 994). Amén.

© Copyright 2012 - Libreria Editrice Vaticana





Mari y Jordi

domingo, 2 de febrero de 2020

Tolkien y su poema inédito sobre la Virgen María y la Navidad

Our Lady’s School, Abingdon, condado de Oxfordshire (sur de Inglaterra)
Corría el año del Señor de 1936 cuando J.R.R.Tolkien contaba con 44 años y ejercía como profesor de lingüística del anglo-sajón, es decir, inglés antiguo y medieval. Por aquel entonces faltaba todavía un año para que viera la luz la publicación de El Hobbit y, aunque llevaba años escribiendo poesías de todo tipo, no las publicaba: en aquellos años nuestro querido y admirado profesor era un erudito prácticamente desconocido, con un estilo poético poco o nada apreciado por las nuevas corrientes modernistas y, además y como él mismo se encargara de enfatizar, era católico; católico, apostólico y romano, detalle de suma importancia en la Inglaterra de la época a la hora de entender cómo y porqué la carrera literaria de un erudito podía ser ninguneada sin pudor alguno.

Así las cosas, ¿dónde podía publicar nuestro autor un poema sobre la Virgen María y la Navidad? Pues bien, he aquí que lo hizo en la revista anual de un instituto católico (para estudiantes adolescentes) ubicado en el condado de Oxfordshire: Our Lady’s School, en Abingdon, una escuela dedicada a Nuestra Señora la Virgen María. Cierto es que se trataba de un lugar recóndito y humilde para publicar, pero el hecho es que allí se publicó el poema a Nuestra Señora, pasando desapercibido a los estudiosos del autor hasta que salió a la luz en el año del Señor de 2016.

El poema tiene toques arcaizantes, elementos románticos junto con maravillosas evocaciones medievales (como en general sucede con el corpus principal de sus obras) que pasan de la oscuridad a la luz a través de la esperanza de nuevo una constante en la obra de J.R.R. Tolkien. La noticia fue publicada en la web Religión en Libertad.


"Exciting Tolkien news today. Two lost poems by Tolkien have been found. They were originally published in the obscure annual magazine of an Oxfordshire Catholic high school in 1936—an odd place for an Oxford Don to publish his work.

However, Tolkien was not a professional poet, but an Anglo-Saxon scholar. His poetry, old fashioned and out of step with the high modernism of Eliot and Pound, would not have been picked up by the top literary journals. But clearly Tolkien valued it enough and believed in it enough that he wanted to see it published even in an obscure place. Also, the poem “Noel,” about the Virgin Mary, is deeply Catholic. What better place to share it than with a Catholic religious community dedicated to Mary.

I like “Noel” very much. The first line: “Grim was the world and grey last night” gives the poem an alliterative Anglo-saxon flare. The description of the wintery world of the first two stanzas has much of The Wanderer and the Sea-farer in it. If the poem looks backward with its wistful romantic style to a Catholic medieval world, it also looks forward to the eucatastrophe. Tolkien was not just a man with his head turned to the past. He was always interested in uniting past and present and thereby redeeming the present.

I have printed "Noel" below and here are the Guardian article and the BBC article about the poems’ discovery."


NOEL

 Grim was the world and grey last night:
The moon and stars were fled,
The hall was dark without song or light,
The fires were fallen dead.
The wind in the trees was like to the sea,
And over the mountains' teeth
It whistled bitter-cold and free,
As a sword leapt from its sheath.

The lord of snows upreared his head;
His mantle long and pale
Upon the bitter blast was spread
And hung o'er hill and dale.
The world was blind, the boughs were bent,
All ways and paths were wild:
Then the veil of cloud apart was rent,
And here was born a Child.

The ancient dome of heaven sheer
Was pricked with distant light;
A star came shining white and clear
Alone above the night.
In the dale of dark in that hour of birth
One voice on a sudden sang:
Then all the bells in Heaven and Earth
Together at midnight rang.

Mary sang in this world below:
They heard her song arise
O'er mist and over mountain snow
To the walls of Paradise,
And the tongue of many bells was stirred
in Heaven's towers to ring
When the voice of mortal maid was heard,
That was mother of Heaven's King.

Glad is the world and fair this night
With stars about its head,
And the hall is filled with laughter and light,
And fires are burning red.
The bells of Paradise now ring
With bells of Christendom,
And Gloria, Gloria we will sing
That God on earth is come.



domingo, 5 de enero de 2020

Θεοφάνεια

Marcello Corti
Marcello Corti
Isaías 60,1-6 “¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti. Y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora.

Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos.

Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor.”

*

 Del Santo Evangelio según San Mateo 2,1-12:

Los tres Reyes Magos, 1860
Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.” En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén.
 
Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: “En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta:” “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel.”

Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: “Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle.”

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.


*


Vamos humildemente, humildes son los cielos,
y brilla intensamente la estrella, baja, enorme,
y descansa el pesebre tan cerca de nosotros
que habremos de viajar lejos para encontrarlo.
¡Escuchad! Se despierta como un león la risa,
resuena su rugido en la llanura
y el cielo entero grita y se estremece
porque Dios en persona ha nacido de nuevo,
y nosotros tan sólo somos niños pequeños
que bajo lluvia y nieve prosiguen su camino.

(G.K. Chesterton)
Mari y Jordi