"En el principio estaba Eru, el Único, que en Arda es llamado Ilúvatar; y primero hizo a los Ainur, los Sagrados, que eran vástagos de su pensamiento. Y estuvieron con Él antes de que nada de lo que fue fuera hecho. Y les habló y les encomendó iniciar una serie de temas musicales, de tal forma que se entrelazaran; y cantaron ante Él y Él se sintió complacido" (...)
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Aslan, personaje principal de las Crónicas de Narnia (C. S. Lewis), a semejanza del León de Judá, para los cristianos, Jesucristo.
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Y sigue la narración en el Ainulindalë, la Música de los Ainur. Y en ella se narra cómo Melkor, el más poderoso de los vástagos de Ilúvatar, pretendió introducir notas distintas para humillar a sus hermanos y aparecer más grande ante los ojos de Eru; se narra como éste es sancionado y como empieza a surgir en su música-pensamiento la primera hebra de rencor y malicia hacia la obra de sus hermanos. Efectivamente, la música de los Valar creó Arda, y en una variación introducida por el mismo Ilúvatar nacieron los elfos y los hombres, los primeros y los segundos nacidos. Pero Melkor, tan poderoso como oscuro, ya se había exiliado en los abismos de la malicia, siendo su objetivo pervertir y destruir las obras de su Padre y hermanos. Y es así como aparece en Arda el temor y el rencor, la envidia y la malicia. El Mal.
El Silmarillion, con influencias obvias del Genesis, es la Epopeya del Bien contra el Mal, sin medias tintas, narración épica que muestra la lucha incesante de la Luz por no sucumbir ante el poder de la Sombra. ¿Y cuál es en realidad el mapa en que se libra la batalla? Sencillo, más allá de las tierras de Arda, por encima del Reino Bendecido de los Valar y la Tierra Media, el campo de batalla es el corazón de elfos y hombres, sobre todo los hombres, pues a estos Ilúvatar les concedió el regalo de la mortalidad, don precioso que llegarían a envidiar los mismos elfos, tan magnífico y profundo fue el regalo que Melkor se encargó de convertirlo en fuente de todos los miedos y luchas de poder. El Señor Oscuro sabía que era un paso hacia el amor, pues las almas se encontraban en vida para compartir una eternidad juntas. Y contra la alegría y esperanza que suponía ese don en el corazón de los hombres, empeñó todas sus tretas y argucias. Y perdió.
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Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
ὅτι οὐκ ἐστιν ἡμῖν ἡ πάλη πρὸς αἷμα καὶ σάρκα ἀλλὰ πρὸς τὰς ἀρχάς, πρὸς τὰς ἐξουσίας, πρὸς τοὺς κοσμοκράτορας τοῦ σκότους τούτου, πρὸς τὰ πνευματικὰ τῆς πονηρίας ἐν τοῖς ἐπουρανίοις.
Efesios 6:12