En invierno, antesala de las flores, yo te canto;
te canto la más dulce canción que hayas escuchado jamás.
Te canto, te susurro al oído
bajo las candelas de plata que penden del cielo.
Luz eterna, Luz prodigiosa, Luz tuya.
Tú,
mi dulce Mari, la flor más bella que diera Gea...
...Y quién puede decirme en qué claro del bosque vi bailar a la luna,
naciendo el día, muriendo la noche,
su piel reflejaba las luces del alba
y yo, yo la miraba como viendo un sueño,
luna azul celeste y espalda bañada en ríos de ónice brillante,
la flor más bella que engendrara el cielo y diera la tierra.
Siendo así, se acercó y me dijo:
Oh viajero que vagas por senderos techados de estrellas
no busques el claro de luna en los círculos del bosque
dormías,
dormías cuando la noche hermoseaba con las joyas del cielo
y la marea de las horas acercaba el brillo del alba
y fue entonces
entonces cuando bailé en tu corazón, ese fue mi destino
danzar en tu alma y quererte hasta el fin de todo.
Heme aquí, toma mi mano
bebe mi aliento,
sella mis entrañas con tu vida
hazme tu esposa
te hago mi esposo
soy tuya, tu señora
tu reina
eres mío, mi señor
mi rey.
*